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Pedro Marcos
Coach personal y ejecutivo
Coaching Taurino y para el Alto Rendimiento

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domingo, 17 de julio de 2011

“La barcaza de la esperanza"

En un lugar muy lejano, donde los mares se juntan con el horizonte, donde el tiempo del ayer se mezcla con el del hoy, y el tiempo del mañana se cierne en puertas, navegaba sin rumbo y perdida una débil, pequeña y humilde barcaza de madera, de roble carcomido por el paso del tiempo inapelable, cuya estructura, desquebrajada, luchaba contra las inclemencias del tiempo por no sucumbir a los caprichos del mar. Una estampa desorientada, rodeada de un aire triste y oscuro a su alrededor y arropada por un sentimiento de vulgaridad.

Un día, cuando el sol acariciaba las lomas del mar en su atardecer más bello, la barcaza ocupó y embaucó la atención de éste, y lo hizo de tal manera, que al pasar junto a la fastuosa luna que se disponía a dar de sí todo su resplandor en forma de reflejo pintado en el mar, le dijo:

+ luna, vistes a ésa pequeña barcaza ahí cerca de tu bello resplandor?
+ sí que la ví, contestó la luna,…, qué poca cosa parece entre tanto mar! Exclamó sorprendida la luna.
+ sí, pero qué gran fortaleza ha de tener en su aparente frágil estructura, para haber aguantado tantos días en alta mar sin rumbo y seguir a flote aún, a pesar del oleaje…, contestó el sol.
+ seguro que de haber estado atada en algún puerto, estaría más bella, más cuidada y tendría más empaque, y seguramente sería la envidia del puerto, dijo la luna.
+ sí, pero si no estuviera aquí, no podríamos saber lo gran fuerte que es, y el corazón tan grande con la que tuvieron que fabricarla, qué gran armadores serían sus inventores… replicó el sol.
+ qué pena da, qué pena transmite su meneo inseguro!
+ cierto es amiga luna, qué pena da!

Sin darse cuenta ni la luna ni el sol, en lo alto, en lo más alto, un ángel escuchaba la entrañable conversación, y especialmente las palabras que finalmente cerraron la conversación, y sin perder de vista la barcaza, decidió explorar más sobre ésta, y comenzó a descender hasta que pudo posarse sobre su aparente ligera y débil estructura. Sentado en ella, tocó ambas partes de la carcomida madera que cubría la barcaza, y en un aire interior, comenzó a sentir qué había más allá de esa estructura, de esas maderas y de esos puntales.

Sorprendido y conmovido por lo que sintió, atendió con la mirada la silueta que desde su posición podía percibir y subió hacia los cielos sin dejar de mirar a la que veía como una triste barcaza.

En la noche una profunda tormenta se apoderó del tranquilo mar, las olas comenzaron a jugar con la barcaza, bailándola de un lado para otro, como si en su antojo estuviera desemembrenarla como un puzle contra el suelo, en éste caso contra los lomos del mar.

Al amanecer, la barcaza apareció en las arenas blancas de una isla, silenciosa, cupida de vegetación y aparentemente deshabitada, … pero al abrir los brazos, alzar la mirada y contemplar su alrededor vio como un frágil perrito, delgado y deshidratado la miraba con los ojos empapados en enormes pompas de agua fina, que inconscientemente resbalaban por su cara, su hocico y caían finalmente en la blanca arena.

Pasaron unos segundos y la barcaza empezó a empatizar y conectar con el perrito, el cuál con un pequeño ladrido le transmitió cuán emoción sentía en aquél momento, cuán esperanza suponía su hallazgo y cuán grande era de repente el horizonte vital ante sus cansados y lagrimosos ojos. Después de tres largos meses sin comida ni apenas bebida, el descubrimiento suponía un haz de luz en la oscuridad más profunda, un nuevo brote de vida en un tronco a punto de sucumbir y una solución milagrosa ante el catastrófico naufragio del que fue víctima tiempo atrás.

De repente, cuando la barcaza sólo tenía ojos para el perrito y éste para aquella, unos movimientos detrás del frágil cuerpecillo del perrito llamaron la atención de la barcaza, sorprendida e intrigada movió ligeramente su caparazón para poder ver perfectamente lo que allí atrás se ocultaba, …, aunque no hizo falta mucho movimiento pues armónicamente fueron apareciendo tres cabecillas de cachorros de, una encima de otra, que sobresalían a la espalda de su progenitor.

Sorprendida, la barcaza miró extrañada al perrito, y éste en un acto de generosidad extraordinaria, compartió mediante su frágil mirada el sentimiento y pensamiento que en ese momento le albergaba y que no era otro, que pensar que no habría barco más bello en ese momento, más grande y lujoso, que pudiera sustituir la esperanza venida a lomos de la desquebrajada y carcomida barcaza,…, barcaza que en lo más profundo de su ser guardaba un imponente secreto que ni aún ella había podido averiguar aún, …, el gran corazón y coraje que hacían de unión armónica de maderas y puntales.

Al subirse a la barcaza, el perrito y sus cachorros apreciaron cómo en los dos tablones de madera que cruzaban aquella, había muecas que invitaban a tomar asiento, concretamente una mueca grande en la tabla de proa y tres muecas pequeñas en la de popa.

Sorprendido por tal aparentemente casualidad, el perrito preguntó a la barcaza por las mismas, y ésta no supo responderle hasta que de repente se acordó del ángel que se había posado en sus lomos tiempo atrás y de cómo había apretado sus manos sobre ella, transmitiéndole todo su cariño y amor. Sin duda había sido aquél el tan grandioso escultor de tan ilustre obra de arte.

Tal fue la imagen de ese perrito y sus cachorros envueltos en esa aureola de esperanza y felicidad, que la barcaza supo volver a buen puerto, guiada tan sólo por su instinto marinero, su corazón inviolable y su alma entregada, y sobre todo por el perfecto equilibrio que suponía la disposición equitativa y repartida de su tripulación, obligada por las muecas hendidas en los trazos de madera que la cruzaban.

La historia pasó de abuelos a padres, de padres a hijos y aún hoy la barcaza sigue en el mismo puerto conservándose como aquél día, y saliendo a navegar cuando algún ángel se sienta en sus legazos y le sugiere una nueva travesía,… que la haga sentir fiel a su identidad.

Dicen los lugareños que el secreto de su longevidad está en la confianza y amor que recibió de aquél abandonado y humilde perrito, y que le hizo ver cuán grandes secretos guardaba entre sus maderas y puntales.

“La barcaza más frágil puede estar hecha de la estructura más fuerte jamás utilizada, de las maderas del roble más robusto, sacado del bosque de la confianza, de los puntales inoxidables más fuertes e indestructibles que sujetan su propia autoestima y de un patrón que enamore su rumbo … tan sólo hace falta salir a navegar”

Pedro Marcos